martes, 3 de agosto de 2010

Pensamiento crítico

Por Chiara Lombarda. Tomado de http://www.radiolaprimerisima.com/articulos/1198
Los Garifuna son un pueblo de origen africano, instalado en América Central como consecuencia de la deportación sufrida en el siglo XVIII en tierras de la actual Nigeria. Esta minoría étnica ha padecido una constante discriminación política, sin lograr la cohesión necesaria para promover su propia cultura y una posición de prestigio.



Hoy en día, la preservación de su lengua está bajo amenaza del poder de homogeneización ejercido por las culturas dominantes. La única posibilidad de salvación deriva del compromiso de los gobiernos para que la sociedad civil y las instituciones trabajen conjuntamente para revalorizar al pueblo Garifuna, garantizando el respeto a una cultura que amenaza con extinguirse.
Los orígenes del pueblo
Los garífuna -o como ellos se autodefinen, "Garinagu"- son un pueblo de origen africano que vive a lo largo de las costas caribeñas de América Central. A pesar de las numerosas migraciones e influencias debidas a la mezcla con los indígenas y con los pueblos europeos, los garífuna han sido capaces de conservar parte de su tradición cultural, que procede esencialmente de dos ramas, la amerindia y la africana, puesto que descienden de los indígenas caribeños y de los esclavos africanos procedentes de la actual Nigeria.

Se cree que los indígenas, originarios de América del Sur, dejaron las junglas venezolanas del Orinoco, y se establecieron en varias islas caribeñas, con la mayor concentración en las islas de Dominica y Saint Vincent. Debido a los movimientos migratorios masivos, la tribu sudamericana Kalinagu invadió Saint Vincent y conquistó la tribu denominada Arawak. De la unión de los guerreros Kalinagu y de las mujeres Arawak nació la primera raíz Garífuna.

La comunidad se mezcló posteriormente con la llegada a la isla de los colonizadores europeos y los esclavos africanos importados para cultivar las plantaciones del territorio. El episodio decisivo ocurrió en 1635. Dos barcos españoles cargados de prisioneros procedentes de la actual Nigeria naufragaron en Saint Vincent y los esclavos supervivientes fueron acogidos benévolamente por la comunidad indígena caribeña. De la fusión de las dos descendencias, nacieron los garífuna en esa época denominados "Negros caribeños", que nos indica, desde el punto de vista étnico, la mezcla de elementos africanos y amerindios; y desde el punto de vista geográfico, la presencia de esta comunidad exclusivamente en territorio caribeño.

La Comunidad garífuna prosperó y convivió civilmente –según la naturaleza pacífica de este pueblo- con los colonizadores franceses que llegaron a Saint Vincent hacia el final del siglo XVII. Las tensiones surgieron en el momento en que los ingleses llegaron a la isla y emprendieron una acción bélica dirigida a conquistar el territorio.

En 1796, gracias a unos enfrentamientos sangrientos, los ingleses tomaron definitivamente el control del área e, inconscientemente, marcaron la suerte del pueblo Garífuna. De este modo, por la voluntad de usar a la comunidad en los plantaciones de los territorios vecinos, deportaron a unos 4.000 garífuna en la isla de Roatán, situada en la actual Honduras, aunque sólo sobrevivió la mitad de los que emprendieron el viaje. Sin embargo, la isla se demostró demasiado pequeña y no lo bastante fértil para emplear y mantener a todos los esclavos, que fueron así desplazados a los asentamientos en el continente.

De ahí el motivo por el cual los garífuna se expandieron en Honduras, dónde hoy está presente la concentración más numerosa de América Central. Desde entonces hasta el final del siglo XIX, debido a la opresiva dominación española y al clima político tenso, parte de la población se dirigió hacia las zonas costeras de los países vecinos, en particular, Belice, Guatemala y Nicaragua, dónde se establecieron predominantemente en aldeas de pescadores.

Hoy se considera que viven unos 300.000 garífuna en todo el mundo. En América Central, el mayor asentamiento está presente en Honduras, con cerca de 100.000 individuos residentes en 43 aldeas costeras, seguido por la comunidad de Belice (dónde se calcula que representa el 6% de la población) y de las comunidades presentes a lo largo de la costa atlántica guatemalteca y cerca de algunas aldeas de Nicaragua.

Curiosamente, la segunda concentración más numerosa después de la hondureña, se sitúa en los Estados Unidos, concretamente en el Estado de New Jersey, dónde muchos garífuna han emigrado en busca de fortuna tras el colapso del mercado agrícola que tuvo lugar en Honduras en la primera mitad del siglo XX.
Las características de la sociedad garífuna
La sociedad garífuna es de tipo arcaico y matriarcal. Fundamentalmente no ha sufrido demasiados cambios a lo largo de los siglos. Las mujeres se ocupan de la educación de los más jóvenes y de mantener unido el núcleo familiar. Esto es difícil por el hecho de que muchos grupos familiares están completamente disgregados a causa de la emigración a Estados Unidos por parte de numerosos jóvenes en busca de una mejor educación y de un empleo más estable. Esta diáspora ha provocado variados efectos negativos:

• En primer lugar, la fuga de personas cualificadas ha determinado la escasa probabilidad de que individuos de etnia garífuna puedan alcanzar puestos de poder o de autoridad, ya que es muy improbable que una vez formados, desde el punto de vista educativo y laboral, regresen a su país de origen.

• En segundo lugar, la disgregación del núcleo familiar ha creado un peligroso mecanismo de dependencia económica, puesto que los hombres emigrantes suelen mandar periódicas contribuciones a las familias de origen, desincentivándolas de esforzarse para buscar una fuente de ingresos derivada de un empleo estable. Además, desde el punto de vista estrictamente social, la separación de los componentes familiares ha creado un fuerte malestar juvenil, por lo que las capas de población más vulnerables están sometidas a numerosos problemas, sobre todo de drogodependencia y participación en actividades criminales.

La desconfianza mayoritaria en las capacidades de la Comunidad garífuna no ayuda al desarrollo de la autoestima de los jóvenes, cada vez menos interesados en conocer su propio origen y a participar en las reuniones sociales con el resto de la Comunidad. A menudo sucede que las nuevas generaciones saben poco de su cultura y no conocen en absoluto su lengua.

El idioma garífuna pertenece a la raíz lingüística Arawak e, incluso habiendo sobrevivido a siglos del llamado "imperialismo lingüístico", hoy se encuentra amenazado. A causa de la discriminación sufrida por la Comunidad, no está prevista en las escuelas primarias la enseñanza del idioma, tampoco en los países dónde la concentración de garífuna es alta.

También la tradición religiosa está en peligro debido a la voluntad de eliminar los elementos animistas específicamente indígenas que la caracterizan. De hecho, la religión garifuna incorpora a los rituales propios del catolicismo elementos de los cultos animistas africanos y amerindios, y eso hace difícil la tolerancia por parte de las instituciones religiosas, poco dispuestas a dejar un margen de "paganismo" dentro de los ritos católicos.

La transmisión de la memoria cultural únicamente se ha dejado en manos de organizaciones creadas dentro de las comunidades, algunas de los cuales auto-financian cursos de lengua dentro de las aldeas. La falta de una constante producción literaria y el limitado uso de la tradición oral someten a la minoría étnica garífuna a una gran vulnerabilidad respecto a la influencia de la cultura dominante, que por definición trata de ejercer una presión de homogeneización.
La discriminación
Desde el naufragio de los antepasados nigerianos en la isla de Saint Vincent, el pueblo garífuna ha tenido que luchar constantemente por su libertad. Las muchas injusticias sociales e históricas perpetradas desde el principio de la trata de esclavos hasta el período del éxodo han sido soportadas con orgullo y pacíficamente.

Durante 150 años, los garífuna han resistido a la influencia cultural y política de la presencia europea, preservando su identidad a pesar de la desigual distribución en los distintos países de América Central.

A día de hoy, las comunidades garífuna, incluso en países multiculturales dónde la presencia indígena es importante, siguen siendo una minoría étnica discriminada y poco integrada en la sociedad civil.

Por otro lado, la tradición cultural del pueblo no incita a los individuos a entrar en la competencia política y electoral, según la idea de que las controversias tienen que solucionarse sin la intervención de fuerzas sociales y políticas. De hecho, en ningún gobierno centro americano existe una representación garífuna. En Guatemala existe la mayor marginación política, también debido a la precaria situación de respeto de los derechos humanos.
Posibilidades
Se han emprendido pocas acciones decisivas en favor del mantenimiento y la promoción de la cultura garifuna. El único reconocimiento importante a nivel internacional ha sido la declaración de la Unesco del 2001, que reconoció la lengua garifuna como parte del patrimonio oral intangible de la humanidad, gracias a las presiones del National Garifuna Council (NGC), única asociación de Belice capaz de presionar a las instituciones para que atiendan la causa garífuna.

A nivel local, sólo los actores de la sociedad civil pueden promover acciones para incrementar la integración garífuna, ya que las instituciones gubernamentales de los países de América Central no siempre han sido capaces de asegurar el respeto de los derechos a las minorías, también a causa de la ausencia de políticas de apoyo a las capas más problemáticas. Por otra parte, la población garífuna difícilmente será capaz de progresar autónomamente, visto la ausencia en su interior de individuos cualificados y la falta de una organización capaz de reclamar una representación política y social.
Conclusiones
Desplazados de la tierra de sus antepasados, víctimas de discriminación racial y, sobre todo, olvidados por los medios de comunicación indiferentes a las problemáticas de esta comunidad, los garífuna siguen sobreviviendo en un estado de aislamiento, aferrándose a su identidad cultural para preservarla.

Sin los medios y recursos necesarios para revalorizar su cultura y para reclamar el respeto de sus derechos, la única posibilidad para que los garífuna vivan decorosamente es que las instituciones gubernamentales y los actores sociales atiendan su causa, dando voz a quien ha permanecido en silencio durante siglos, soportando la marginación política, social y mediática.

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